El físico Sergio Reyes Luján, quien fuera secretario fundador de la Unidad Iztapalapa y tercer rector general de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), conversó con Cemanáhuac a propósito del quincuagésimo aniversario de la UAM. El vitalista académico estuvo 20 años en esta Universidad, después siguió en su incansable trabajo de ser fundador de instituciones. Entre sus aportaciones se destaca como presidente fundador del Instituto Nacional de Ecología; director fundador del Programa de Estudios Sobre la Ciudad; coordinador fundador de Vinculación de la UNAM; director fundador de Medio Ambiente y Seguridad, y Subsecretario de Ecología durante casi diez años en el Instituto Mexicano del Petróleo.
En amena conversación, el físico rememoró: “Me asignaron el número económico 26. Los primeros 23 eran funcionarios de rectoría general, luego nombraron al rector de Azcapotzalco, después al rector de Iztapalapa y, con el número 26, a su secretario de Unidad, o sea yo, y posteriormente al secretario de Azcapotzalco. Todos teníamos una misión: construir una nueva universidad, porque a principios de los 70, la demanda de educación superior había incrementado notablemente y con ello la presión sobre la UNAM y el Instituto Politécnico Nacional.
El gobierno de Luis Echeverría Álvarez respondió a la recomendación de la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior (ANUIES), de crear una nueva universidad. De inmediato, la Secretaría de Educación Pública preparó la Ley Orgánica, que enviaron al Congreso de la Unión con el visto bueno del presidente de la República. Simultáneamente, un grupo de académicos universitarios habíamos recomendado no hacer más de lo mismo; yo era el director del Centro de Instrumentos de la UNAM y había sido secretario de la Facultad de Ciencias, profesor e investigador titular en esa facultad, en la de Ingeniería y en el Instituto de Física, con esa experiencia habíamos realizado ciertas recomendaciones.
Primero, que hubiera ciclos lectivos cortos, cuatrimestres o trimestres. Segunda recomendación, que no estuvieran separadas las escuelas de los institutos de investigación, esto es, que fuera una universidad departamentalizada, que los profesores impartieran docencia a la vez que hicieran investigación. En tercer lugar, que la condición para recibirse no fuera hacer tesis. En cuarto lugar, que hubiera una activa representación en órganos colegiados, por eso en la UAM hay Consejos Divisionales, Consejos Académicos y Colegio Académico. En quinto lugar, como simultáneamente se fundó el Colegio de Bachilleres, había que evitar que hubiera pase automático. Estas observaciones las retomó la ANUIES y se plasmaron en el proyecto de Ley Orgánica.
No solamente se creaba una institución para disminuir la presión sobre las ya existentes, sino que se hacían innovaciones, modificaciones, para aprovechar mejor esas experiencias. En resumidas cuentas, ésa es la importancia para el país, se presentó un nuevo modelo de universidad que luego sería aprovechado por otras universidades para también modificar su quehacer, el caso más notable es el de la Universidad de Guadalajara y otras instituciones que aprovecharon esa experiencia de creación de la UAM para innovarse ellas mismas.
Así que la creación de la UAM estuvo profundamente pensada y organizada. Lo que sí se hizo de manera vertiginosa y apresurada fue la construcción de los edificios. Imagínese, fuimos contratados el 1 de marzo de 1974 y el 30 de septiembre ya estábamos dando clases, no en aulas provisionales, sino en definitivas, ya estaban listos los edificios C y D, el edificio de laboratorios, creo que el S, el edificio del cubículo de Ciencias Sociales, más el de la rectoría. Todo eso lo hicimos entre el 1 de marzo y el 30 de septiembre, más las canchas de squash. Para lograrlo había tres turnos de construcción, se construía incluso por la noche.
Para lograr tal proeza en cada una de las secciones, en cada uno de los departamentos, había gente espectacularmente dedicada. Hacíamos de todo. Le voy a contar una anécdota: cuando me contrataron, no teníamos dónde trabajar, rentamos una oficina en la avenida Insurgentes, en el edificio al norte del club España, ahí empezamos a dibujar la universidad. Nos dijeron que tendríamos energía eléctrica no sé en cuántas semanas, ¡no teníamos semanas! Entonces, conecté la electrificación de la oficina a un anuncio que estaba en la azotea, por la noche trabajábamos con la luz del anuncio de cerveza Superior, las luces de la oficina se encendían y apagaban” —explicó entre risas—. “Pero eso hacíamos porque no podíamos esperar a que nos conectaran la luz, había que dibujar la universidad, hacer los planos, contratar a la gente, nada se atoraba, nada.
Lo primero que hicimos fue, además de organizar la vida académica, comprar el equipo de investigación, de laboratorio para enseñanza; simultáneamente estaba el músico Juan José Calatayud a cargo de las actividades culturales, Alfonso García era el jefe de la sección de Actividades Deportivas, organizando futbol, atletismo, basquetbol, la UAM empezó de lleno. Le daré un dato, como era difícil comprar el equipo deportivo en México, lo importamos de Estados Unidos, entonces nada, nada se detenía y desde el inicio los estudiantes contaron con uniformes. En las canchas de squash se formaron grandes jugadores, había taller de escultura, de baile folklórico, de música, todo eso desde el mero principio”, dijo emocionado.
“Desde luego, ello implicó una inversión económica muy importante. Los recursos nunca faltaron porque el rector fundador, arquitecto Pedro Ramírez Vázquez, consiguió todo lo que necesitábamos para construir y operar la Universidad. Hubo una gran difusión, se pidió al compositor Felipe Gil que escribiera una canción para la UAM, nos entregó la Canción universitaria, que interpretó María Medina por primera vez en el noticiero 24 horas de Jacobo Zabludovsky, era El Noticiero en este país. Además, el arquitecto Ramírez Vázquez convenció a la hija del presidente López Portillo de que estudiara derecho en la UAM-A, esa misma licenciatura la estudiaron el hijo de Porfirio Muñoz Ledo, la hija de Miguel Alemán Velasco, y el hijo de Jorge de la Vega Domínguez. Los funcionarios también trajeron a sus hijos, llegó Juan Villoro Ruiz a estudiar Sociología en esta Unidad académica, y Emmanuel Haro Poniatowski, hijo de Elena Poniatowska, él estudió la licenciatura de Física también en la UAM-I.
Ésa fue la parte sencilla, lo difícil fue convencer a profesores de otras universidades e institutos a que dejaran sus lugares de trabajo y vinieran a la UAM. Los tres primeros directores en la UAM-I fueron los doctores Luis Villoro en Ciencias Sociales, Carlos Graef en CBI y Carlos Beyer Flores en CBS, figuras nacionales en sus universidades que dejaron sus instituciones para ser los primeros directores en la UAM-I. Para acabar pronto, el rector fundador de la UAM-I, doctor Alonso Fernández, dejó de ser director del Instituto de Física de la UNAM para fundar una nueva universidad; yo dejé de ser el director del Centro de Instrumentos de esa misma institución para ser secretario fundador.
Todos nosotros, y un montón más de profesores muy importantes, dejamos nuestras instituciones porque pensábamos que ayudábamos al país al hacer innovaciones en el quehacer académico. Veníamos con una consigna muy clara: crear una Universidad diferente. Yo era el más joven de los primeros, tenía 33 años, ahora tengo 83 y le platico todo lo que he hecho, no sólo en la UAM, también en la UNAM, 40 años me pasé en el mundo académico.
El impulso que dio el arquitecto Ramírez Vázquez fue fenomenal. Él se dedicó a conseguir los recursos económicos, no se metió en lo académico, dejó que los rectores de las unidades se ocuparan de ello, pero sí se aseguró de traer a los mejores, a los que soltó el doctor Guillermo Soberón, entonces rector de la UNAM. El doctor Juan Casillas García de León dejó de ser director de la Facultad de Ingeniería para ser rector fundador de la Unidad Azcapotzalco; el doctor Óscar Manuel González Cuevas, director del Centro de Educación Continua, fue el secretario fundador de la UAM-A.
La comunidad universitaria que conformamos en ese entonces era una familia, era tan pequeño aquello, todos nos conocíamos, convivíamos de tal manera que el rector daba las clases de escultura, yo jugaba con los alumnos squash; todo cambió cuando se creó el sindicato en 1975, desde entonces ellos marcaron las diferencias, recuerdo perfectamente bien que nos pidieron que no usáramos la palabra comunidad universitaria, porque ellos eran trabajadores y nosotros patrones, ¡hágame el favor! Francisco Piñón era mi amigo, él fue el primer secretario del SITUAM, pero todavía no había efervescencia, esa llegó con Fernando Arruti, quien estalló la primera huelga en 1976. Para entonces yo ya era secretario general y me tocó negociar las Condiciones Generales de Trabajo, lo que después sería el Contrato Colectivo de Trabajo. Por cierto, también era amigo de Fernando Arruti, él era trabajador administrativo en la UAM-X, creo que después se hizo académico.
Desde hace 15 años trabajo en la iniciativa privada, desde esa experiencia puedo decir que la universidad tiene que vincularse más con el sector social y privado, para saber cuáles son sus necesidades y, en ese sentido, saber cómo deben modificar sus planes de estudio, cuáles son sus necesidades tecnológicas y coadyuvar con ellos, cuáles son los programas sociales que hay que nutrir y redefinir, para saber cómo es la transferencia tecnológica que están requiriendo.
Por todo eso, la UAM necesita estar cerca de esos sectores y no lo está haciendo. También es buen momento para que la UAM-I piense en agregar nuevas carreras, hay que tener un pensamiento diverso otra vez, porque seguir haciendo lo mismo siempre no es una ruta que conduzca al éxito. El éxito continuado requiere innovación, repensar, reencausar, volver a empezar, uno se tiene que reinventar profesionalmente a cada momento. Reconozco, sin lugar a dudas, que la UAM Iztapalapa sigue teniendo un lugar muy especial a nivel nacional, por la calidad extraordinaria de sus profesores y de sus investigadores. Lo único que lamento es que dentro de 50 años, no podré estar en la ceremonia del centenario.