UNA VISIÓN INTEGRAL DEL SECTOR ESTUDIANTIL DE LA UAM-I

ENTREVISTA A JAVIER RODRÍGUEZ LAGUNAS (II)

Fotografía de: Jesús Guillermo Hernández Ortiz

Mi primer contacto con la UAM-I fue en 1981, invitado por un colega que en ese momento era coordinador de la licenciatura en Sociología, el doctor Rodolfo Homero Saltalamacchia Glade; me propuso para dar un curso de Ciencias Sociales en un posgrado que en la actualidad ya no existe: maestría en Medicina Social.

De Saltalamacchia retomé la idea de realizar historias de vida para concluir una parte de la respuesta a la pregunta: ¿quién es el estudiante universitario de la UAM? Para la investigación que inicié años después, se empataron dos niveles de reflexión: por un lado, el análisis cuantitativo, definir quiénes son desde el punto de vista socioeconómico; y por el otro, el análisis cualitativo, su relación, su comunicación, su idealización y su concepto de la vida.

El proceso metodológico nos llevó al concepto de grupos focales. Mediante esta metodología, nos dimos cuenta de sus gustos y preferencias, sabíamos de su nivel socioeconómico, de sus familias, conocimos su cultura del estudio. En una segunda etapa, averiguamos sobre la vida de los estudiantes en la Universidad. Se les aplicó un cuestionario con preguntas como: ¿Qué haces después de las clases? ¿Cuánto tiempo te lleva venir de tu casa a la escuela y viceversa? ¿Tienes otras actividades formativas? ¿Vas a actividades deportivas? ¿Qué vas a hacer después de terminar tus estudios?, entre muchas más, que nos dieron los parámetros para tener un concepto un poco más fino de quiénes son los alumnos de la UAM-I.

En ese sentido, el doctor Adrián de Garay Sánchez, en el año 2004, para su tesis doctoral en Antropología, realizó un estudio acerca de la integración del estudiante al sistema universitario; generó una especie de tipología del estudiante de la UAM: pioneros y herederos, con diferentes capitales culturales.

Al darle un reenfoque, consideramos otros tipos de estudiantes. Desde el punto de vista sociológico, el estudiante trabajador; y desde el punto de vista sociocultural descubrimos al estudiante que resiste a la tempestad, ése que tiene mucha determinación a pesar de que las condiciones están en su contra.

En este sentido, no podemos meter en un solo concepto al estudiante, la Legislación Universitaria solamente habla del alumnado y punto. Pero nosotros, en la Universidad, estamos obligados a entender quiénes son para poder construir un andamiaje académico que lo conforma preferentemente y lo constituye socialmente.

Al estudiante universitario lo tenemos que entender en un proceso que, en el caso de la UAM, puede durar cuatro años o más. Conocer a nuestros estudiantes nos permite, como institución, evaluar cómo llega, cómo le damos vitalidad y cómo le decimos adiós, para que desarrolle su porvenir.

MACCA Y OTRAS ACCIONES

El problema de la deserción escolar en la UAM nos ha acompañado décadas enteras; hoy en día, podemos decir que ha disminuido considerablemente. Pero actualmente, sobre todo después de las reformas en materia de Educación Superior, enfrentamos otros retos, como la obligación de incrementar nuestra matrícula.

La Universidad está analizando qué hacer para que ingresen más estudiantes, discutir el puntaje de ingreso, resolver si aceptamos más estudiantes con un bajo nivel educativo o menos estudiantes con un mayor nivel educativo. Cómo relanzar nuestras licenciaturas y de qué manera construimos la enseñanza en la UAM. El camino que se está siguiendo en la UAM, en sus distintos campus, es matizar y mejorar la formación universitaria.

La pedagogía juega un papel importante en el proceso de enseñanza-aprendizaje. Nosotros encontramos que la media de estudiantes tiene nociones del curso que va a tomar, pero no está claro en el tipo de proceso pedagógico que va a seguir. En algunos casos, al no tenerlo claro, le genera incertidumbre e interrogantes en las que no encuentra respuesta: ¿Estoy aprendiendo bien? ¿Por qué no le entiendo al profesor o profesora?, y en esa dirección estamos generando ciertos procesos y metodologías pedagógicas, tratando de resolver la incertidumbre e inseguridad en los aprendizajes.

En ese sentido, en la Unidad Iztapalapa se empezó a implementar, desde el año 2021, el Modelo Académico de Construcción Colaborativa de Aprendizaje (MACCA), el cual tiene como objetivo favorecer al alumnado en tres campos: el personal, el académico y el profesional.

El proyecto educativo MACCA descubre nuevos espacios de oportunidad que le permiten hacer una especie de ajuste a sus mismos procesos. Su trabajo en equipo le permite vincularse con las comunidades académicas a través de talleres, pláticas y una serie de actividades encaminadas a contribuir en el desarrollo académico-cultural de los alumnos. Es como un “mecano” que cada quien puede ir dándole su apreciación, desde las ciencias básicas e ingeniería, las ciencias biológicas y de la salud, hasta las ciencias sociales y humanidades, esto habla de la vitalidad del instrumento.

Cuando se conforma la educación universitaria, colocando en el centro la intención, la apreciación, la necesidad e interés formativo del estudiante, el proceso tiene sus repercusiones. El primer efecto es que ya no se siente aislado con sus ideas, sino que se empieza a integrar y a ser promotor de su aprendizaje. El segundo es que va generando una imagen diferente en el profesorado que lo obliga a tomar nuevas acciones pedagógicas.

Frente a la renuencia de aplicar cambios pedagógicos, la peor posibilidad es que algún colega diga: “A mí dime qué es el MACCA, cómo lo aplico y ya”. Es una forma muy mecánica y tiene sus riesgos; lo puede aplicar, pero puede llegar a momentos en donde pierda los objetivos de desempeño de su alumnado.

En términos generales, como miembro de la comunidad, noto una disposición a entender ese arsenal de conceptos e ideas entrelazadas que el modelo educativo nos aporta. A nuestros académicos les ocurre que, al ir a un taller relacionado con la aplicación del MACCA, salen con más preguntas. Pero eso es un enriquecimiento, salen con una visión diferente de las cosas. Algunas las van a resolver yendo a otro curso y otras las van a resolver en la práctica de su docencia. No serán especialistas, pero saben de educación tanto como que dan clase y, porque la conocen, se atreven a hacer apreciaciones.

El MACCA está funcionando como un instrumento de integración universitaria y como un modelo para proyectar mejor nuestras capacidades profesionales en todos los entornos.

Otras acciones que se están llevando a cabo para fortalecer la oferta académica de la UAM-I son las actividades que desarrolla el Instituto Graef, las jornadas de las distintas licenciaturas y la Expo UAM. Ahora estamos interesados no sólo en invitar a los estudiantes de nivel Medio Superior a nuestra institución, sino también en llevarles la experiencia de las distintas disciplinas a sus escuelas. Son medidas con diferentes características que hay que ir impulsando, darle al estudiantado de bachillerato buenas razones de por qué entrar a nuestra Universidad.

SU EXPERIENCIA EN LA CONSTRUCCIÓN DE UNA COMUNIDAD ACADÉMICA
Yo creo que he participado en la construcción de una comunidad, que es distinta de un grupo de amistad. Me veo como universitario y veo a los demás como eso, ésa es nuestra identidad. Soy parte de una comunidad, a veces muy cerrada de los grupos de mis colegas sociólogas y sociólogos; un poquito más abierta de mis colegas politólogos, economistas, antropólogos, geógrafos, historiadores y filósofos; y más amplia con colegas de las ingenierías, en sistemas, biotecnólogos, matemáticos, físicos, químicos, biólogos. Tengo, en ese sentido, por lo menos tres círculos concéntricos de construcción de la comunidad universitaria. ¿Puede haber un cuarto? Sí, pero es tangencial; es el de haber sido parte, en distintos momentos, de la gestión universitaria, como lo soy actualmente.

Mi trayectoria en la UAM-I no es de participar continuamente en puestos. Ya tenía varios años que no ocupaba puestos de gestión, en este caso, la rectora Verónica Medina Bañuelos me invitó, y aquí estoy, con la añoranza de regresar a la academia para terminar algunos proyectos que para mí son de salida, porque tengo 40 años en la Universidad y no voy a estar toda la vida aquí. No es pertinente por muchas razones, hay que pasar la estafeta a las nuevas generaciones.

De regreso a la academia, concluiré algo que ya estoy haciendo. De hecho, ahora soy responsable de una Red de Investigación Interdisciplinaria y responsable de un cuerpo académico. En ambos casos, hay que estimular los equipos de trabajo. Es pesado, a veces son las siete u ocho de la noche y estoy reunido por Zoom con colegas de Azcapotzalco, Lerma y Cuajimalpa y, desde luego, Iztapalapa, preparando algún proyecto. Los siguientes son hacer un libro y la creación de una revista electrónica. Por cierto, ya estamos por publicar en este año un nuevo producto editorial dedicado a cómo aprende el estudiante universitario. Yo sólo salgo prologando el trabajo, el cuerpo académico se movió, independientemente de mis tiempos. Una vez que armamos el proyecto, ellos le dieron fuerza y ya está por salir muy pronto.

En fin, participo. Sin embargo, de lo académico sé que no sólo es mi caso. Muchos colegas llevan la doble camiseta de apoyar a la gestión y tener algo que ver con nuestro ser académico.

POR ROSA IDALIA DÍAZ CASTRO

Es socióloga por la UAM, unidad Iztapalapa. Su formación en el área de la comunicación ha sido a través de diplomados, talleres y seminarios en los campos de la política, la divulgación de la ciencia y el periodismo de investigación. Realizó trabajo comunitario en la zona centro sur de México. Dio talleres sobre los derechos de las niñas y los niños como integrante de una Asociación Civil. Ha impartido clases en el nivel medio superior, y trabajó como Promotora Cultural en la UAM-I. Reportera en el boletín Cemanáhuac desde hace seis años.

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