* FERNANDO GAONA MONTIEL
Fotografía de Jesús Guillermo Hernández Ortiz
La esperanza en el rumbo de las universidades no puede ser frágil ni errónea, sino espléndida cuando se actúa por el bien común ¿Qué deseamos? No es cuestión de medir a las universidades por su cobertura escolar—matrícula—; ello no es garantía de una educación de calidad, ni es satisfactoria.(1) Nada fatal, si se conserva la responsabilidad y el ímpetu por lo humano, los ideales tienen más peso, por encima de los objetivos impuestos. Se trata de reivindicar la experiencia y los méritos. Como en la mitología griega, el Olimpo no deja de ser el sitio de los dioses (Pique, 1969), de igual modo las universidades, a medida que avancen las bondades del individuo y sus valores humanos.
Más allá de las presiones inmediatas y de impacto, las universidades públicas enfrentan un entorno más desafiante. La sociedad se está volviendo sensible, abierta y crítica, obliga a instrumentar y decidir con más frecuencia la función social de sus instituciones. Se observan resistencias en los métodos de enseñanza, sobre todo al momento de humanizar la relación profesor-alumno. Ocurren problemas en la investigación y la difusión. ¿Qué dilemas enfrentan hoy las universidades? A las instituciones se les exige utilizar nuevas herramientas que, para muchos, no son simples tecnologías y plataformas digitales, pues no están al servicio de la comunidad. No todos disponen de ellas. En consecuencia, no se da el entendimiento social mientras prevalece una desigualdad entre los que tienen y quienes no cuentan con esas herramientas.
Hoy en día, la verdad de las ciencias sociales y el complejo panorama se complica en torno al papel de las universidades. Parece que el imperativo es romper con el statu quo o con los grupos de poder (establishment) en lo académico. ¡Cuidado! Al interior de las instituciones puede haber burocratismo y deshumanización, pero está fallando la comunicación y el no entendimiento de los otros. Aquellos que no ostentan un cargo, la masa que no posee autoridad o prestigio, quedan a expensas del arbitrio, máxime cuando la estructura de poder y el centralismo en las decisiones son ajenas al pensamiento y a las inquietudes juveniles o hasta de los propios docentes. Ello no debe ser distante de lo humano; se necesita un individuo más consciente y educado. Claro, no dejan de ser importantes las reglas y los procedimientos, pues nacen y se reproducen bajo ciertas condiciones. No suelen ser válidos en todo momento y en cualquier condición, por lo que requieren ser revisados y hacer ajustes.
Hay que pensar en las universidades como organizaciones humanas, a partir de que toda decisión(2) y estrategia de cambio tiene que ser flexible sin perder el rumbo a lo largo de su desarrollo. Aquí es donde ciertas funciones, como la enseñanza y la gestión del conocimiento adquieren gran valor por ser generadas dentro de la institución. Claramente, una estructura rígida no sirve para estos propósitos, siendo las decisiones ajenas al aprendizaje y a la necesidad de adaptarse a las contingencias.
Cada vez resulta más relevante la gestión del conocimiento(3) en las universidades. ¿Cómo opera esta función importante en las universidades? En primer lugar, se reconoce que se carece de habitus científico, a falta de uso de la racionalidad como herramienta. En segundo término, se aspira a la máxima eficiencia, a un quehacer superior con menos recursos. Algo no menos importante suele ser la difícil adaptación de estructuras, áreas y políticas que, muchas veces, se intenta replicar desde los deberes de la administración pública, los controles y las auditorías, que “chocan” con la operación y la rutina del trabajo académico.
En Pierre Bourdieu (2024) se concentra el interés por el ejercicio de las ciencias humanas y sociales. Se advierte de lo importante que es la práctica reflexiva como una constante en la investigación. El empleo del método de la reflexividad,(4) permite llegar a un estudio objetivo y confiable, siempre que se aprehende el objeto de estudio. Ello no sólo necesita de actitud positiva en la investigación ordinaria, sino que también revele “lo impersonal oculto” en lo más íntimo del individuo: la pasión, las emociones por los hallazgos, etcétera.
A todo esto, parece que la educación pública y las universidades no están respondiendo a sus desafíos. Se da una separación entre las necesidades y la calidad educativa,(5) a pesar de promover la movilidad social, fortalecer la educación de calidad y tecnológica, así como buscar una gestión razonablemente satisfactoria. Surgen dificultades para construir una infraestructura deseable y nuevas instancias, al margen de la escasez de recursos, a falta de ser capaces de unir y asociar proyectos y enlaces frente a la sociedad.
En tal dirección, hay mucho que hacer. Por arte de magia nada, no ha sido posible el renacimiento del trabajo cooperativo y la colaboración sin un posible sacrificio de la funcionalidad de las instituciones. Impostergable es trabajar hacia nuevos consensos y una comunicación abierta ante cualquier reclamo de la comunidad. Por ello, deben construirse redes sociales y enlaces. Esto bajo la advertencia de que una posible división y discordia no abonan en favor de la comunidad y la institución.
*Profesor del Departamento de Economía, UAM Iztapalapa.
Correo: fgaona_25@hotmail.com
1 Hay sectores pobres que dependen del acceso a la educación, una fórmula para la movilidad social y el no tener otra opción, más que acudir
a la escuela pública (Puryear, 1997).
2 Se acepta una toma de decisiones que se apegue a razones de poder y a los conflictos. Los individuos recurren a la razón, valorando los medios y fines, sin omisión de las cuestiones de ética (Horkheimer, 2002).
3 Consiste en explorar, explicar y hallar nuevo conocimiento. Puesto que la enseñanza universitaria está comprometida en apoyar a la resolución de problemas de la sociedad (Pérez et al., 2005).
4 Inicialmente usaba el término de “vigilancia epistemológica” para superar las deficiencias en el conocimiento personal (Bourdieu, 2024:14).
Referencias
Bourdieu, P. (2024). Las trampas de la investigación. Siglo XXI Editores.
Horkheimer, Max (2002). Crítica de la razón instrumental (1ª. Edición 1947). Trotta. Pérez, A., Ruiz, L., Varela, C., Grosso, F., Camós, C., Trottini, A., de Luján Burke, M. y Darin, S. (2005). Gestión del conocimiento. Un nuevo enfoque aplicable a las organi- zaciones y la universidad. Grupo Editorial Norma.
Pique, A. (1969). “Eugene G. O’Neill y los dioses del Olimpo.” Boletín del Instituto de Estudios Helénicos, 3(1), 67-76.
Puryear, J. (1997). La educación en América Latina: Problemas y desafíos, (7), 4-7. PREAL.
Trucco, D. (2014). Educación y desigualdad en América Latina. CEPAL, Serie Políti- cas Sociales (200), 1-31. CEPAL, Naciones Unidas y Ministerio de Asuntos Exteriores de Noruega.