¿QUIÉN LE TIENE MIEDO A LA MULTITUD?

¿Quién le tiene miedo a la multitud?, para empezar, tanto el dictador que la desprecia como el político que incumple promesas, el árbitro “vendido”, el cantante, artista, poeta o poetisa pendientes de no desilusionar; el primigenio escalofrío ante su presencia le pertenece a quien nunca la vio venir, los segundos, terceros o siguientes temblores los tendrán quienes nunca esperaron a que ésta les confrontara; el cácaro o el policía por ello es que siempre andan a la orden, atentos,[i] porque no hay nada más sensible que cortarle la inspiración a un público, una audiencia o asamblea; o los sueños a una generación, las alas al deseo, los testimonios a una conmemoración.

Por cierto, los tiranos, con sus ínfulas, son quienes menos la esperan, pero quienes más le temen, de ahí que el abusador viva aterrado ante la presencia de una marea-morada, o verde, o roja o arcoíris; ya que el miedo a la multitud será el dato empírico asociado al latir de una sociedad, pronostica vientos de cambio, humores, otros ritmos.

Respecto a las multitudes, Gustave Le Bon y Sigmund Freud tienen bibliografía conocida cuando se decide opinar sobre el tema, su lectura y citas en el espacio público son, han sido, un lugar común para describir las manifestaciones colectivas. Su mención recurrente justifica la sanción, psicologización y represión de los afectos de actos revolucionarios.[ii] Autores de las multitudes del pasado, quienes estigmatizan, criminalizan, a aquellos que hacen huelgas e intervenciones, o devienen ejércitos, hordas e invasiones de fanáticos y sectas. “Objetos de estudio” que a la Historia o a la Ciencia Política fascinarían, no tanto a la Psicología Social.

O tal vez sí, porque tradujeron multitud en “normalización”, en best-seller. Ambos se refieren al pensamiento individualista aplicado a cuestiones afectivas y sociales. Son la gris sumatoria de razón y pulsión sobre el espectro afectivo. Ambos fueron médicos, nunca psicólogos sociales. Y se les cita, porque o se coincide con sus prejuicios, con la manera en la cual se refieren al mundo, o con su temor personal evidente hacia la manifestación pública y afectiva.

Para sobrevivir, la multitud abrazaría la diversidad. Transitó de la chusma al auditorio, a los públicos; de la aglomeración-revuelta a la organización-participación; de reconocerse ciudadanos hasta asumirse consumista, de la protesta vocal hasta la reinvención iconoclasta, hasta topar con la interconectividad.

Enlazando historias e involucrando a muchos en narrativas sobre su aparición, presencia y erosión las tornó una perturbación en las conciencias, residuos de imágenes difundidas por años, décadas, elecciones, intervenciones, cada una más atroz, absurda, ruin, que la anterior.

Y sí, los relatos acerca de las multitudes siempre han existido; novedosos no son, lo que sí, originales. Provocativos soliloquios testimoniales. En el presente, los actos multitudinarios devinieron convocatorias de re-conocimientos, protestas sobre temas, cuentas y saldos pendientes, atentos a la no repetición, reparación, reconciliación. Memoria colectiva en su mejor expresión.

Entre ecos y espejismos desplegó versiones de sí misma, algunas mero entretenimiento o ficción. Metahistoria. Otras, punto y aparte en su versión documental. Contando historias lejanas nunca ajenas, sobre asentamientos, desolación, desplazamientos, exilio, migración, segregación forzada e invisibilizada por propagandas, oquedad afectiva, negacionismo. Momento de reescribir su historia.

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1 Jahir Navalles Gómez es psicólogo por la UNAM. Maestro en Psicología Social por la UAQ. Actualmente imparte las UEA: Psicología de los Movimientos Sociales y Construcción Social de la Realidad, en la UAM-I. Es autor, junto con otros investigadores, de La Bestia Social, 2014, UAM-Tirant le Blanch.

2 Chuck Palahniuk (1996). El club de la pelea, Penguin Random House, España.

3 Marina Garcés (2017). Nueva Ilustración Radical, Anagrama, España.

POR JAHIR NAVALLES GÓMEZ

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