PREJUICIO SEXUAL Y DE GÉNERO. SUS EFECTOS EN LA SALUD MENTAL DE LA POBLACIÓN LGBTTTIQ+: JAIME BARRIENTOS

La homofobia comenzó a ser estudiada a finales de los años 60, y aunque se estima a la población LGBTTTIQ+ como una minoría, dichos estudios sólo abarcan el 6 o 7% de esa población. Luego de la aparición del VIH, en los años 80, se intensificaron y diversificaron estos estudios; actualmente, se observa que por primera vez es posible estudiar personas transgénero y no binarias, categorías que, en otros años, no aparecían en las investigaciones. Ello implica un reto, ya que este tema es difícil de evaluar, sobre todo en contextos culturales de alta homofobia. Así lo explicó el doctor Jaime Barrientos, de la Universidad Alberto Hurtado, de Chile, a la audiencia del ciclo permanente de conferencias del Posgrado en Psicología Social.

El concepto homofobia, que se acuñó en los años 60 del siglo pasado, tiene varios problemas —abundó el especialista—, en principio, porque traslada el foco de estudio de la persona homosexual a la persona que ejerce la violencia; en segundo lugar, alude a un miedo irracional de carácter patológico, lo que individualiza un fenómeno psicosocial y lo separa de su vínculo con la sociedad; además, es un concepto sexista que invisibiliza a las mujeres lesbianas y a las personas transgénero; por último, no se hace cargo de cuestiones como raza, identidad o clase social, que, adquieren importancia dada la inequidad que existe en ese sentido; sin embargo, no se ve cercano un método que permita pensar el concepto clásico desde una lógica psicosocial para salirse de estas limitaciones.

El doctor Barrientos estudia los tipos de violencia que enfrenta esta comunidad y sus efectos en la salud mental; además, problematiza desde la psicología social la metodología asociada con estos temas. La violencia comienza a ser analizada a través de escalas en la década de los años 70 y se sistematiza su estudio a partir de la aparición del VIH sida; por tanto, se crean un conjunto de instrumentos y medidas como encuestas y escalas tipo Liquerman, que buscan configurar las características del concepto violencia, que se ha ido modificando en función de los campos socioculturales del país en cuestión, señaló el especialista.

El doctor Barrientos realizó un análisis de la metodología utilizada en estudios de temas como la percepción de la homosexualidad y los niveles de violencia que sufre esa comunidad, de lo que resultó una gran variedad de encuestas y escalas, ya que el tipo de preguntas son difíciles de plantear. Al realizar su propia encuesta utilizando variables psicosociales, encontró que los hombres heterosexuales suelen tener actitudes más negativas hacia hombres gay que hacia mujeres lesbianas; cuanto mayor es la persona encuestada, la actitud es más negativa; a mayor nivel educativo, menor nivel de homofobia; cuando el encuestado cree que la homosexualidad puede ser controlada por el sujeto, los índices de rechazo son más altos, cuando cree que el sujeto no puede controlar su sexualidad, son más bajos; las personas religiosas suelen mostrar actitudes más negativas.

Fotografía: Mari Vlassi, en Unsplash.

Estudios que utilizan encuestas mundiales de valores, donde la alta homofobia supondría un valor de 1 y la baja homofobia de 10, han encontrado que ningún país de Latinoamérica alcanza el punto 6 de aceptación, pese a que México, Chile y otros países la región han tenido gran avance en la legislación de derechos y la sociedad ha pasado de actitudes muy negativas homofóbicas a actitudes positivas; Argentina y Chile son los países con mayor aceptación con 5.6 y 5 puntos, respectivamente; en tanto que México alcanza 4.38 puntos; frente a ello, las percepciones de discriminación son muy elevadas: Chile 80.3% y Colombia 77%. El evento de agresión más significativo detectado es la burla sistemática, constante y permanente.

Diversos estudios encontraron que el prejuicio debido a la percepción social o identidad de género propicia un estrés particular en los sujetos que lo viven, se denomina estrés por tensores sociales como experiencia de violencia homofóbica, rechazo o discriminación, ocultamiento de la identidad con otros, homo o bisexualidad y/o transfobia internalizada, estos generan efectos específicos en la población LGBTTTIQ+ que se traducen en consecuencias negativas para la salud física y mental, como depresión, ansiedad, angustia e intensión suicida.

Estos estudios, en una lógica positiva, también comprenden bienestar; por ejemplo, la satisfacción con la vida. A este respecto no hay diferencias significativas entre hombres gay y mujeres lesbianas, pero sí entre población heterosexual; los miembros de la comunidad LGBTTTIQ+ manifiestan peores indicadores de satisfacción con la vida que las personas heterosexuales. 

Fotografía: Brian Kyed, en Unsplash.

Respecto de la población trans, datos recientes muestran que sufren mucha más violencia; al evaluar los mismos indicadores se encontró que las personas que tienen sexo masculino asignado al nacer y que transitan hacia lo femenino, en general tienen peores indicadores de salud mental que quienes tienen sexo femenino asignado al nacer y transitan a lo masculino, además de que los primeros enfrentan peores niveles de escolaridad y pobreza.

El especialista concluyó que existen pocos estudios sobre la monitorización de la violencia, que los estudios encontrados carecen de sistematicidad y periodicidad, y las preguntas cambian por país, lo que impide la evaluación correcta. Subrayó la importancia de estudiar la noción de violencia en países latinoamericanos, pese a la mejoría de la situación que algunos países de la región han experimentado. Por último, los investigadores deben superar las dificultades que actualmente existen para la colaboración y, juntos, avanzar en la producción de información sobre la violencia y sobre los efectos de la violencia en la población LGBTTTIQ+.

Las aproximaciones psicosociales tienen la gran responsabilidad de producir investigaciones sobre estas materias para que ayuden a mejorar la vida de muchas personas que todavía sufren situaciones de violencia en nuestra región, además es importante atender movimientos sociales que están resistiendo los avances en estas materias, como la preocupante situación en Argentina, los desafíos de investigación son múltiples para los psicólogos sociales en Latinoamérica, sentenció.

POR EDILBERTA MANZANO JERÓNIMO

Edilberta Manzano Jerónimo es doctora en Teoría Literaria por la UAM-Iztapalapa. Difusora de la obra de Severino Salazar Muro. Fue coordinara editorial del número 44 de la revista Tema y Variaciones, dedicada a la obra del escritor zacatecano, y de los Nueve Cuentos Selectos de Severino Salazar, publicados en coedición entre la UAM Azcapotzalco y el Centro Zacatecano de Cultura Ramón López Velarde. Ha participado en diversos congresos nacionales e internacionales en los que se discute la literatura mexicana y ha publicado un par de artículos en revistas literarias. Es reportera en el boletín Cemanáhuac desde hace ocho años.

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