La mesa inaugural del primero de los cuatro foros que Rectoría General programó para conmemorar los 50 años de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) estuvo dedicada a dilucidar respecto de la Transformación de la Carrera Académica en la UAM. Los Retos para las Nuevas Generaciones. Dada la importancia del tema y de la celebración, se invitó a reconocidos académicos de esta casa de estudios que han influido vigorosamente en su desarrollo. Estuvieron presentes los exrectores generales Juan Casillas García de León, Óscar Manuel González Cuevas, Luis Mier y Terán Casanueva y el exrector de la Unidad Azcapotzalco, Romualdo López Zárate, quienes desarrollaron la mesa titulada “Conversación entre expertos: una reflexión histórica sobre la carrera académica en la UAM”.
El doctor Juan Casillas García de León, quien fuera designado rector general luego de la renuncia del arquitecto Pedro Ramírez Vázquez, en octubre de 1975, presentó una minuciosa revisión histórica del surgimiento y devenir de la UAM durante sus primeros diez años de existencia. Mencionó que, ante la creciente demanda de educación media superior y superior manifestada en 1971, Guillermo Soberón Acevedo, rector de la UNAM, y José Gerstl Valenzuela, director del IPN, propusieron la creación de una universidad autónoma, planteamiento que fue avalado por el entonces secretario de Educación Pública, Víctor Bravo Ahuja.
Se inició entonces el diseño de la nueva universidad de carácter autónomo. Su Ley Orgánica rescató la figura de la desconcentración. La UAM estaría integrada por un sistema de carácter modular de pequeñas universidades llamadas Unidades universitarias, que se regirían por un rector y se organizarían en Divisiones y Departamentos, lo que permitiría una desconcentración funcional de las actividades universitarias. Esas unidades, a su vez, no debían exceder una población de entre 15 y 20 mil alumnos.
Fueron los dos primeros rectores de las Unidades Azcapotzalco e Iztapalapa, junto con algunos directores de División, quienes, en coordinación con el rector general, dieron un perfil característico y singular a la UAM. En las primeras reuniones, el rector de Iztapalapa planteó que en esta Unidad se impartieran las carreras de Física, Matemáticas y Química, además de algunas ingenierías, por lo que consideró que la División correspondiente debería llamarse Ciencias Básicas e Ingeniería. De manera similar, se debían impartir las licenciaturas de Historia, Sociología y Antropología, por lo que la División correspondiente sería de Ciencias Sociales y Humanidades. En el mismo tenor, se conformaron las divisiones y carreras de Azcapotzalco. Por su parte, el arquitecto Ramírez Vázquez propuso crear la División de Ciencias y Artes para el Diseño, con el fin de transformar la enseñanza tradicional de la arquitectura en una basada en el diseño, que abarcaría otras actividades como diseño industrial y diseño gráfico para la comunicación.
Cinco meses después de haber designado a los rectores de Iztapalapa y Azcapotzalco, la junta directiva nombró al rector de la tercera Unidad universitaria, Xochimilco. El modelo educativo propuesto para esa Unidad estaba basado en uno desarrollado por la Oficina Sanitaria Panamericana para la Formación de Médicos Generalistas. La existencia de una tercera Unidad hizo posible la redistribución de las Divisiones; se estableció que los campos de conocimiento impartidos en ellas se atenderían en sólo cuatro divisiones: CBS, CBI, CSH y CyAD, se acordó que la División CSH existiera en todas las Unidades; de- cisión sustentada en la idea de que cada División debía impartirse en al menos dos Unidades. Azcapotzalco y Xochimilco decidieron incorporar CyAD, de esta manera se dio la composición de las Divisiones en las tres Unidades originales.
La UAM incorporó desde el inicio a profesores investigadores con una sólida formación. Durante los dos primeros años, las contrataciones corrían directamente a cargo de las autoridades, utilizando un tabulador similar al de la UNAM, pero se añadió el nivel D para Profesor Asociado y la categoría de Asistente. La UAM en sus prime- ros diez años tuvo un intercambio de innovación y experimentación en sus tres Unidades; esa riqueza era posible porque estaba totalmente de acuerdo con la Ley Orgánica y con el espíritu con el cual había sido creada, concluyó el académico fundador de esta casa de estudios.
En su oportunidad, el doctor Óscar Manuel González Cuevas, Profe- sor Distinguido, expuso el cambio significativo en la historia de la UAM que significó la creación del Reglamento Orgánico en 1981. En ese documento se estableció como “fundamental la investigación en disciplinas específicas” y se enfatizó que un “Área es una organización dentro de los Departamentos que se ocupa fundamentalmente del desarrollo de proyectos de investigación”. Con esa modalidad organizativa, la Universidad privilegió la investigación sobre la docencia y la difusión de la cultura.
Esa perspectiva se reforzó en 1985 cuando en las Políticas Generales de la Universidad se estableció que “la investigación sería considerada como la actividad preponderante hacia la cual deben canalizarse los mejores esfuerzos institucionales, procurando su incidencia en las otras funciones sustantivas”. Adicionalmente, el Tabulador de Ingreso, Promoción y Permanencia del Personal Académico (TIPPA) creado en 1985, asigna un mayor reconocimiento a la investigación que a cualquier otra actividad que realizan los profesores.
Fue a partir de 1989 que se establecieron diversos programas de becas y estímulos adicionales al salario, que dependían de la productividad académica. Los impulsores de ese programa sabían que “las becas no eran la solución; lo ideal sería aumentar los salarios, pero ello no era posible por el ambiente económico del país. Ese programa de becas perdura hasta la fecha”. Al principio, el único programa era el Estímulo a la Docencia e Investigación (EDI), que sólo se puede alcanzar si se tiene un mayor número de puntos en investigación; luego se fueron creando otros programas. Sin embargo, la investigación permitía obtener un mayor número de puntos que la docencia y la difusión de la cultura.
Si bien esa situación trajo consigo algunos aspectos positivos, como una alta habilitación del personal académico (profesores pertenecientes al SNII o al Prodep) y el reconocimiento de la institución en los medios académicos; también presentó aspectos negativos —reconoció el experto—: la minusvaloración del trabajo docente en licenciatura, el desinterés por actividades que dan pocos puntos, aunque académicamente sean indispensables para la institución (cuerpos colegiados y órganos personales), los estudiantes no se benefician del clima académico y la reducción de actividades de apoyo y servicio a la comunidad, entre otros.
Enseguida, el doctor Romualdo López Zárate explicó que, pese a que la UAM ha sido bien recibida por la sociedad como una posibilidad para que los jóvenes estudien licenciatura, desde 1983 el ingreso no ha cambiado. A pesar de la creación de dos Unidades más, la UAM prácticamente acepta el mismo número de alumnos que hace 40 años; mientras que la UNAM y el Politécnico han incrementado su matrícula en atención a la creciente demanda de educación.

Hasta 1991, la Unidad Iztapalapa tenía la mayor admisión; a partir de ese año, vino una disminución, mientras que la Unidad Xochimilco se iba consolidando. Actualmente, ésta es la Unidad con mayor demanda, mayor aceptación de alumnos y mayor eficiencia terminal. Cuajimalpa y Lerma tampoco han respondido a la intención de crear una Universidad que atienda la creciente demanda, aseguró el especialista.
Se reconoce la magnitud del problema de la eficiencia terminal en varias licenciaturas. Desde 1991, en Xochimilco tardan entre 12 y 13 trimestres para terminar la licenciatura. El sistema modular ha sido eficaz para tener eficiencia terminal; en Azcapotzalco, Iztapalapa, Cuajimalpa y Lerma tardan demasiado los egresos. Mientras tanto, los profesores dedican sus energías a los subfactores del TIPPA que les otorgan mayores puntajes. Pese a ello, no se han instrumentado acciones institucionales para resolver este grave problema; por el contrario, a partir del año 2000, se alcanzó el máximo de profesores; fue cuando se detuvo la contratación. Actualmente, hay menos académicos que hace 24 años.
El equipo de trabajo que conformaron los tres exrectores presentó una serie de propuestas para la nueva carrera académica. Consideran que, dada la modificación del Reglamento Orgánico en 2023, es posible un proyecto académico por Unidad dentro del marco de la Ley Orgánica, lo que propiciaría múltiples carreras académicas. Otras propuestas son diseñar mecanismos de evaluación que propicien y valoren las tres funciones de la universidad y su interrelación, superando la evaluación aislada de cada una de ellas. Transitar de la acumulación individual de puntos a la valoración de su contribución al desarrollo institucional. Otorgar un peso menor al ingreso económico basado en becas y estímulos para rescatar un ingreso digno con base en el tabulador pactado bilateralmente. “Hay una percepción compartida de las limitaciones de la actual carrera académica y una disposición a aceptar un nuevo diseño. Urge pensar y plantear diversas opciones, el 50 aniversario es un buen momento para hacerlo”, concluyeron.
Por último, el doctor Luis Mier y Terán Casanueva replicó la conferencia de los expertos. Entre las principales características del Reglamento de Ingreso, Promoción y Permanencia del Personal Académico (RIPPPA) y el TIPPA —mencionó— destaca que es un modelo ambicioso, pretende abarcar todas las actividades académicas; es cuantitativo, con sólo un tabulador asigna rangos de puntajes a las actividades de todos los perfiles; desvincula la labor académica del beneficio institucional, el gran número de pretendidas evaluaciones hace muy difícil que los resultados sean profundos; las comisiones dictaminadoras de áreas se convirtieron en evaluadores únicos, otras autoridades (órganos personales), que por su cercanía conocen mejor la actividad de los evaluados, no aparecen en la actividad de evaluación. Este modelo estaba en concordancia con la política nacional, al tener más académicos adscritos al SNII se creía que habría una contribución al desarrollo del país, pero pertenecer al SNII no favorece a la institución, sino al individuo, sentenció.
La diferenciación de los ingresos para los académicos no ha tenido el impacto esperado en el fortalecimiento de la UAM. Si bien ha contribuido a la permanencia del personal académico, el cumplimiento de los académicos de las funciones sustantivas se ha desvirtuado. La diversidad disciplina- ria del trabajo académico es demasiado grande para tratarla con un modelo único. Algo similar sucede con las distintas etapas de la vida académica, es demasiado ambicioso tratar la vida académica desde el ingreso, la permanencia y el retiro con un solo modelo.
Para enfrentar las distorsiones que el programa de diferenciación ha acumulado, el Colegio Académico debe partir de la experiencia obtenida, organizar el desarrollo armónico de sus funciones sustantivas teniendo presente que la labor central de una universidad es la mejor formación de sus estudiantes, concluyó.