Dr. Francisco Piñón Gaytan, en su casa en la colonia Condesa.
Fotografía: Jesús Guillermo Hernández Ortiz.
Ésta es la última entrevista que otorgó Francisco Piñón Gaytán, doctor en Filosofía Política por la Universidad de Santo Tomás en Roma, licenciado en Filosofía y Letras por el Montezuma College, en Estados Unidos, y profesor-investigador del Departamento de Filosofía de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), unidad Iztapalapa, desde 1974.
Piñón Gaytán conversó con Cemanáhuac a finales de mayo, de este 2024, acerca de los inicios de la UAM, su devenir y los retos por superar a 50 años de su creación.
En 1974 corrían los años con aires de 1968, aires de cambio, revolucionarios. Había muchos sueños por cumplir, pero también había un control político fuerte por medio de las estructuras de gobierno. Era, tal vez, otro México. La UAM se fundó para, de alguna manera, hacer un contrapeso a la que ya consideraban muy grande UNAM; trataban de hacer algo nuevo. Ése fue el mensaje que nos transmitieron el arquitecto Pedro Ramírez Vázquez, primer rector de la UAM, y los rectores de unidad, nosotros tomamos el reto de en verdad fundar una nueva universidad.
La UAM surgió de la necesidad de crear nuevas fuentes de estudio, de una nueva universidad parecida, desde el punto de vista jurídico, a la UNAM, pero más chica, más maleable, donde se pudiera cumplir la urgente necesidad de crear otros horizontes para los estudiantes, además con un lema que lo dice todo: “Casa abierta al tiempo”. Pero no un tiempo cerrado, hegemónico, no un tiempo lineal, sino abierto a todos los aires que nos venían del sur, de los aires buenos de Europa, un tiempo hecho para este tiempo histórico, con el propósito de que quien entrara a la UAM tuviera un nuevo criterio. Ese entusiasmo propició que hiciéramos realmente una universidad diferente a otras en muchos sentidos.
Surgió así una universidad distinta, con un sindicato distinto, mixto, democrático. En aquel tiempo todos éramos “del sindicato”, éramos trabajadores de la universidad y no veíamos, sobre todo el grupo que hizo posible la organización del sindicato, la diferencia entre miembros del sindicato y miembros de la universidad. Todos éramos universidad, de tal manera que Luis Villoro (primer director de la División de CSH de la UAM-I) era del sindicato. Se podía transformar una reunión de la comunidad académica en una reunión del sindicato. Precisamente en este lugar —refiriéndose a su departamento ubicado en la colonia Condesa—, empezamos las primeras pláticas de organización del SITUAM (organización sindical de la que el filósofo humanista fue fundador y primer Secretario General).
El papel de los académicos fue importante para ayudar a crecer a la universidad. La UAM ya tiene un lugar, es una universidad pública con el principio de servir a la nación, cosa que no tienen, por desgracia, las universidades privadas, éstas, en general, no todas, se han convertido en industrias, empresas, de ahí el alto costo de entrar a una universidad privada. Por lo tanto, no propician la discusión de las ideas, la expresión abierta; en cambio, en la pública sí, el profesor puede, y ésa es la gran fortuna de la UAM y de las buenas universidades, expresar sus propias ideas. Nadie tiene la verdad absoluta, todos nos necesitamos. En ese sentido, la UAM ha cumplido su función y ya tiene su lugar dentro y fuera de México.
La universidad ha cambiado, desde el punto de vista físico y a nivel del entendimiento sensible. Obviamente que ha cambiado el mundo y la UAM. Cuando nació la UAM-I, la vista para llegar a ella eran las tierras, los jilotes, el maíz, las mazorcas, el mugido de vacas. No había fácil acceso a un restaurante, había que salir a buscar dónde comer. Pero, al mismo tiempo, nos podemos preguntar, ¿qué tanto hemos cambiado? Cambiamos de ropaje, de lenguaje, de actitudes, pero seguimos siendo, al fin de cuentas, los mismos seres humanos, aquellos que nacen, crecen, se reproducen y mueren. En otras palabras, sí, el mundo ha cambiado, sobre todo por la técnica, por la tecnología desenfrenada. Es una especie de perpetuo continuum, como decía Galileo. El progreso técnico deslumbra. Qué bueno que haya venido el conocimiento científico con sus respectivas creaciones y recreaciones científicas, pero no hemos sabido distribuir los beneficios de la técnica, como no hemos sabido distribuir los beneficios que nos da la tierra. Estamos luchando contra nosotros mismos, por eso Thomas Hobbes decía que el hombre se ha convertido en un lobo para el hombre.
Cuando hoy los jóvenes dicen que piensan diferente, sí, piensan diferente. Pero en realidad comen, mueren, les hiere el dolor, la ausencia, la soledad; necesitan dialogar con alguien. Si rascamos un poquito, somos lo mismo que los chinos, que los japoneses, que los europeos, porque estamos en una tierra redonda. Tenemos un mismo cielo cuyo aire no es tan puro, un agua que nos estamos acabando. Entonces, sí hay cambios, pero los más importantes cambios tienen que ver con nuestro medio ambiente. Debemos hacernos conscientes de que nos estamos acabando la tierra, tenemos que pugnar por un sentido de comunidad, social, pensar no sólo a nivel individual. Toda universidad es un foro adecuado para reflexionar estos problemas. En ese sentido, la UAM realmente merece un buen aplauso ya que ha incidido fuertemente en este aspecto.
Las políticas de inclusión que impulsa la UAM son buenas, aunque éste es un viejo problema. En mi más reciente libro de filosofía titulado Política de la conquista, trato el tema de cómo fue cambiando esa noción de fraternidad o de unidad de género. Los viejos pensadores eran esclavistas: Aristóteles, Cicerón, muchos grandes pensadores que admiramos como John Stuart Mill, Hobbes, David Hume, eran antigénero humano. Los conquistadores tuvieron que entender que todos somos iguales y que los indios de América podían hacer ciudades y gobernarse a sí mismos.
Actualmente, priva el principio empresarial en donde sólo interesan las ganancias, no las necesidades del pueblo. En ese sentido, no sólo el rector general, sino la comunidad universitaria, deben considerar que lo que nos conviene en este momento de tinieblas en el mundo es volver de nuevo a lo que ya sabíamos: siempre es el hombre el gestor y creador de todos los valores que tiene y, por tanto, debe usar todos los instrumentos, los científicos sobre todo, para resolver los grandes problemas sociales. Creo que la universidad es el magnífico foro que tenemos todavía y tal vez de los pocos que nos quedan para luchar por estas graves y urgentes necesidades sociales mundiales.
Se escucha cada vez más fuerte que ahora es tiempo de mujeres. Yo creo que sí, es normal, es urgente. Hemos tenido el grave problema de que antes las mujeres no votaban. En México, hasta el régimen de Ruiz Cortines, la mujer no votaba; en Europa tampoco. En otras palabras, es una conquista que merece todos los aplausos. Tanto la mujer como el hombre somos género humano, somos iguales, valemos igual, somos personas morales, como decía Kant. Tenemos que seguir luchando para ir acelerando esa posición realmente urgente de la mujer en la sociedad actual, pero luchar con inteligencia. No digo que no se necesite en un momento la fuerza, pero la fuerza tiene que ser medida por la razón. Una rectora general en la UAM, espero que pronto, definitivamente es una labor que las mismas mujeres deben tener como principio de trabajo. Debemos considerar que tenemos los mismos principios anímicos y psicológicos para acceder a cualquier puesto y ahora, ciertamente, ya es un deber tener una mujer de rectora general.
Lo que ahora se debe atender es uno de los grandes problemas de la comunidad humana: la carencia de un humanismo auténtico, solidario. Habría que ponerlo como un factor importante de estudio y de quehacer en la misma universidad. Hacía allá debe dirigir sus planes de estudio, sus políticas. La universidad no es una empresa, es la más grande y vieja institución que tenemos desde el punto de vista de creación de cultura. La universidad se hizo para eso. Tenemos que aprovechar estos foros de la universidad pública, defenderla y no convertirla en una especie de universidad privada disfrazada. Definitivamente no, porque entonces estamos renegando de nosotros mismos y de la razón. Yo creo que la UAM tiene muchas cosas todavía por hacer, cierto, pero en realidad hemos hecho una buena universidad en términos generales.
Me gustaría decirles a los jóvenes que aprovechen el estudio, a sus buenos profesores, que nos interpelen, que nos critiquen, que nos empujen para no ser anodinos y no pensar sólo en la clasecita sin un sentido social, porque también hay problemas en el renglón de profesores. Se encierra uno en su castillo de investigación y que ruede el mundo. No, el mundo rueda, y si rueda sin una intervención ética y moral se destruye. Tenemos que aprender de todos, tenemos que seguir aprendiendo siempre. Nadie tiene la verdad absoluta, nunca se deja de pensar y pensar también en las limitaciones que uno tiene. Agradezco la oportunidad de expresar lo que creo, lo que siento y por lo que he luchado siempre en la UAM.